Una tarde de invierno, Juana abrió la puerta de su hogar y de su corazón a una anciana ciega y paralítica que de repente se encontró sola y sin ayuda. Ella le cedió su propia cama.
A partir de entonces, la puerta de su corazón se quedó para siempre abierta para los pobres, los ancianos pobres. Algunas jóvenes se unieron a ella y la escogieron como superiora de su pequeña asociación, que se desarrollaba en una comunidad, se formaba así el embrión de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres.
La admisión en nuestras casas, “MI CASA” como se le llama cálidamente, está abierta a las personas mayores de 65 años o más con bajos ingresos, independientemente de su raza, nacionalidad o religión. Las personas solteras, matrimonios y sacerdotes ancianos son bienvenidos.
El proceso de admisión es específico para cada casa. Animamos a las familias de nuestros residentes a participar en la vida de su ser querido y en las actividades y la vida del hogar.