Cada año el 2 de febrero se viste de fiesta para la Vida Consagrada. Nuestro querido Papa san Juan Pablo II instituyó esta jornada en 1996, con la intención que la Iglesia valore cada vez más el testimonio de las personas consagradas y estas renueven cuanto debe inspirar su entrega al Señor.
En este año jubilar en el que nos encontramos inmersos la Iglesia anima a todos los consagrados a ser testimonios de luz en medio de este mundo que sufre, al mismo tiempo sembradores de esperanza.
Como recuerdan los obispos de la CEE en el mensaje enviado para esta jornada, de entre las muchas semillas que los consagrados pueden llevar en su costal para esta siembra, se quieren fijar en dos: la misión profética y las relaciones nuevas.
Damos gracias a Dios por su Iglesia, por darnos la gracia de vivir este Jubileo de la vida Consagrada para ser sembradores de esperanza. Que esta jornada, que se celebrará en todas las diócesis de un modo singular, nos enseñe a no cansarnos de amar a Cristo y dejarnos amar por El.
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