Por nuestro voto de hospitalidad, prometemos a Dios consagrarnos al servicio de los Ancianos pobres, en espíritu de humilde servicio.
Nuestra misión consiste en ofrecer a los ancianos pobres, sin distinción de raza, lengua o religión, un hogar.
Sin ahorrar ni fatigas, ni penas, les servimos tanto de día como de noche, con prontitud, con amor. Los acompañamos con dignidad y respeto hasta el fin de sus vidas.
Como deseaba nuestra fundadora, ponemos todos nuestros esfuerzos para que en nuestras casas reine un espíritu de familia.
Nuestro día a día está entretejido de mútiples tareas, escondidas, ocultas. Como decía Santa Juana Jugan a las novicias «Nada es pequeño en la vida religiosa, hagan todo por amor».
Apreciamos la gracia de cumplir comunitariamente nuestra obra apostólica y buscamos juntas cómo realizarla, prestándonos a un trabajo en equipo.
Compartimos gustosamente entre nosotras la vela de los Ancianos moribundos, a fin de no dejarles nunca solos. Esta preparación de su alma al eterno encunetro, es la meta de nuestra acción apostólica.
Santa Juana Jugan