La Colecta

El sentido de la paternidad de Dios del que estaba impregnada Juana Jugan, le hacía considerar el reparto como un gesto normal en la gran familia humana donde todos los hombres son hermanos y están invitados a compartir los bienes de la creación según la regla de la justicia inseparable de la caridad.

¡Cuánto agradecimiento debemos a nuestros bienhechores!
¿Qué podríamos hacer sin ellos?

Para socorrer las necesidades de los Ancianos, ella marchó por los caminos de Bretaña, pidiendo limosna. Llamaba a las puertas pidiendo todo tipo de dones en especie o dinero, todo lo necesario para sus pobres.

 

Llena de humildad se acercaba a las personas pidiéndoles ayuda. Lo hacía por amor a Dios y a los ancianos. Esta convicción profunda le hizo superar todas las dificultades. Su gran confianza en la Divina Providencia fue incondicional y Dios ¡nunca le falló!

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El Cesto

El cesto de colecta de la intrépida bretona era conocido por todos. También hoy se conoce a las Hermanitas por sus pasos dados por Amor de Dios en los pueblos y ciudades, visitando empresas, casas particulares, supermercados, parroquias, etc.

Gracias a tantas personas que nos ayudan, podemos atender a nuestros ancianos, poniendo a su disposición todo lo que necesitan para vivir con dignidad y alegría.

Al igual que Juana, las Hermanitas antes de emprender diariamente este querido “apostolado de la colecta”, confian las intenciones de todos los bienhechores a la intercesión de San José.

Se dice de la Santa cancalesa que, incluso en la colecta, actuaba como un apóstol y buscaba el bien espiritual.