Los jóvenes iban caminando hacia el Parque Tejo, bajo el sol con un cierto cansancio, aunque siempre con mucho ánimo… Un gran gentío, muchos controles policiales, recoger la comida para las siguientes horas… Con las mochilas, el saco de dormir, además de la comida para tantas horas, les parecía como el pueblo de Israel caminando hacia la Tierra Prometida. Cuando finalmente llegaron, la sombra era muy escasa, improvisaron una “tienda de campaña” con banderas, paraguas, y alguna que otra manta. Nuestro grupo estaba muy lejos del escenario, pero contentas de tener una pantalla gigante justo enfrente, así que pudieron seguir todo estupendamente. El festival de la Juventud, con bailes, danzas y diferentes animaciones, amenizaban la espera bajo el sol. Llegaron los símbolos de la JMJ, la Cruz y el Icono de Nuestra Señor Salus Populi Romani cruzando el río Tajo en procesión. La acogida del Papa de nuevo fue muy calurosa y a las 20h45 comenzó la Vigilia, que pretendía ser un estímulo para que los jóvenes, una vez de vuelta a casa, sigan sirviendo a los demás. La primera parte con sus testimonios, música y danza dio paso a la 2ª parte, el encuentro silencioso, orante y transformador con Jesús en la Eucaristía.
El Papa nada más llegar les dio las gracias a los jóvenes por haber caminado hasta ahí. Era consciente del gran esfuerzo que habían hecho, y fue agradecido, a lo que siguió un caluroso aplauso.
Algunas de las palabras que destacamos del Papa en esta Vigilia:
La alegría es misionera. La alegría no es para uno, es para llevar algo.
Nuestros padres, abuelos, sacerdotes, religiosos, catequistas, animadores, maestros… Ellos son como las raíces de nuestra alegría.
La alegría hay que descubrirla en nuestro diálogo con los demás.
El único momento que es lícito mirar a una persona de arriba abajo, es para ayudarla a levantarse.
Caminar, y si uno se cae, levantarse.
En la vida nada es gratis. Sólo hay una cosa gratis: el amor de Jesús.