El hermano Claude Mª Gandet, sin duda un digno heredero del carisma de San Juan de Dios, llama a la puerta de Juana Jugan en la calle de La Fontaine, en Saint-Servan, el año 1841. Juana, con sus compañeras, acaba de acondicionar lo que se conoce como Le Grand-en-Bas, que no es más que un antiguo cabaret. Este se componía de una gran sala en la planta baja, bastante húmeda y muy obscura.
Al cruzar la puerta el hermano limosnero puede contemplar este cuadro: una habitación de tierra batida donde se aprietan doce camas, y unas pobres ancianas marcadas por los años pasados en la mendicidad pero que ahora están pacíficas, limpias, alimentadas y calientes bajo unas mantas hechas de incontables retales… A su servicio se apresuran algunas mujeres. Una de ellas, Juana Jugan, ha empezado a mendigar en nombre de las pobres ancianas.
El hermano Claude Mª Gandet formaba parte de una ferviente comunidad que regía el hospital de Dinan. El también pedía limosna para dicho hospital. Llamó a la casa de Juana y debió sorprenderse por la semejanza con los inicios de Juan de Dios. El Hno. Gandet encuentra a Juana perpleja ante la experiencia de la colecta que había comenzado. Será interesante notar que, más tarde, ella contará a las novicias que le costaba mucho extender la mano para pedir.
León Abineau, que conoció muy bien a Juana Jugan, nos dice de ella: «Tenía un don de palabra, una gracia para pedir… pedía alabando a Dios, por así decirlo»
¡De hecho, es la Providencia quien envía a este Hermano! Comprende profundamente a Juana, la anima, le promete su ayuda, e incluso se dice que le ofreció su primer cesto de colecta.
A partir de este día, los lazos entre la gran Orden de los Hermanos de San Juan de Dios y el pequeño embrión de la Congregación, que todavía se llama «Siervas de los pobres», no cesarán de estrecharse. Juana y su naciente familia religiosa, recibirán de los Hermanos Hospitalarios el apoyo y la amistad necesarias para su desarrollo.
La Congregación de las Hermanitas de los Pobres debe mucho a dos miembros de la comunidad de Hermanos de S. Juan de Dios en Dinan, el ya nombrado Hno. Claude Mª Gandet y el Padre Félix Massot. Muy cercano a Juana, este último se convierte en consejero espiritual de la pequeña obra naciente.
En 1842, dicha obra recibe un diploma de filiación espiritual, válido para … ¡cien años! Con su don de profecía este hermano ve lejos, y sabe que esta pequeña asociación, totalmente entregada al servicio de los mayores, persistirá y se convertirá en una verdadera Congregación religiosa. Ayuda a Juana y sus compañeras a elaborar sus Constituciones y a organizarse, tanto en la vida comunitaria como en la vida hospitalaria. Hasta 1842, el pequeño reglamento de las cuatro asociadas estaba calcado prácticamente del de la Tercera Orden eudista. Ahora, al corazón eudista se mezcla estrechamente al corazón hospitalario de San Juan de Dios.
La influencia decisiva de los Hermanos se concreta en los escritos —muchos artículos de las Constituciones están literalmente copiados de las de los Hermanos— y en la vida cotidiana por la práctica de la colecta y de la hospitalidad. El 7 de febrero de 1844, las cuatro Siervas de los Pobres pronuncian por primera vez el voto de Hospitalidad, tan característico de la Orden de los Hermanos. Juana acoge como un tesoro este cuarto voto y lo vivirá intensamente a lo largo de toda su vida.